jueves, 6 de junio de 2013

SEÑORES, YO DEJO TODO: Abrazo de gol

ABRAZO DE GOL

Al llegar a la cuna de la Independencia puedo asegurar que no existía diferencia entre la temperatura del interior del Corsario y la de un horno de cremación en plena incineración. 


Ya en San Miguel, paramos en una casa de comidas regionales donde degustamos de las tradicionales empanadas tucumanas y un vino artesanal que nos enamoró desde el primer sorbo. Pedimos una botella más para que nos acompañe un par de cuadras hasta la plaza que se encuentra frente al Colegio Nacional, la descorchamos con un cuchillo y la liquidamos en unos pocos minutos. Con el tinto corriendo por nuestras venas, y el marzo tucumano agobiándonos, no se nos ocurrió nada mejor que disfrutar de la flora autóctona del “Jardín de la República” (Otro de los apodos con los que se conoce a la provincia de Tucumán), nos recostamos bajo la sombra de un algarrobo y dejamos reposar los párpados un buen rato.


Despertamos con el patero fermentando en nuestros cerebros, recogimos la botella vacía para arrojarla a un cesto y nos dispusimos a caminar las dos cuadras que distaban a nuestro lecho, del Estadio José Fierro. Al arribar preguntamos a un policía en voz baja, casi susurrando, cuál era el acceso visitante, dimos la vuelta al Monumental y compramos las entradas a un tipo cuya cara evidenciaba poca confianza con los extraños.

Los 45 minutos iniciales fueron muy entretenidos, el Decano comenzó en ventaja y San Martín, a fuerza de ir e ir, logró el empate. La primera dosis de emoción llegó sobre el final de la primera parte,  el árbitro pitó penal para el local y envió a las duchas al defensor infractor. La segunda fue al instante, el arquero del Santo contuvo el disparo y la popular en la que nos encontrábamos reventó en un alarido de hilaridad. Próximo a Lisandro se encontraba un morocho de unos cien kilos que en el júbilo del momento lo abrazó con la fuerza de una yarará, tropezaron y remataron el momento desparramados en los escalones de la popular en una escena que rozaba lo pornográfico. El grandote se disculpó y no volvimos a hablar del tema.


El segundo período fue bastante más aburrido, con Atlético yéndolo a buscar tibiamente, y San Martín, con un menos, cada vez mas aferrado a llegar a los penales (Casi olvido mencionarlo, el partido correspondía a los 32avos de la Copa Argentina). Hasta que, otra vez sobre el final, llegaron las emociones, más precisamente los goles de Atlético, el segundo un minuto antes de finalizar el tiempo reglamentario y el tercero en tiempo de descuento una vez reanudado el juego por los incidentes que se suscitaron en nuestra tribuna luego del 2-1.


Al salir del estadio nos encontramos inmersos en una ola de disturbios, los hinchas del Santo, descontentos con la derrota, atacaban con piedras y demás a la policía que comenzó a disparar balas de goma en todas direcciones, huimos despavoridos intentando evitar quedar en el centro de los desmanes, sentíamos el silbido de los proyectiles acariciarnos las orejas, el pánico nos dotó de fuerzas físicas que no habíamos conocido en la vida, dudo que Usain Bolt hubiera podido mantener nuestro ritmo. Al llegar a la esquina giramos y nos detuvimos a tomar aire, sentíamos los latidos del corazón en todo el cuerpo, no recuerdo desde cuando no nos esforzábamos así, quizás hace años cuando perdíamos el colectivo por quedarnos boludeando en la puerta del colegio. Cuando pudimos recuperar el aliento y decidimos acudir a donde se encontraba el Corsario, Lisandro se quejó de un ardor en su pierna, levantó su jean y dejó al descubierto el roce de un disparo, algunos metros rengueando, otros apoyado en mi hombro logró arribar al coche. Consultamos la ubicación del Hospital Ángel Padilla, Lisandro no paró de quejarse, insultar y llorisquear sino hasta que ingrasámos a urgencias y fue atendido por una bronceada enfermera que lo hizo dudar de su preferencia por las rubias. Al salir del sanatorio, regresamos al centro y buscamos un lugar donde pasar la noche, nos detuvimos ante el primer hotel que ofrecía cama, cochera y televisión. Mientras el flamante minusválido miraba los resultados de los restantes partidos de la Copa bajé a comprar algo de comer y una botella, ésta vez, de agua. 


En el preciso momento en el que comenzaba a luchar por conciliar el sueño, mi compañero, que desde hace un buen tiempo observaba pensativamente el cielo raso comentó:

- Al final… muy lindo el partido pero nos corrió la policía, nos cagaron a tiros y no descubrimos qué es el fútbol. Por lo menos la enfermera estaba buena.
- Si que descubrimos algo, va, ya lo sabíamos, pero lo confirmamos. 
- ¿Cuándo?
- Cuando el arquero de San Martín atajó el penal y te desparramaste con el tucumano ése.
- Ah ¿Sí? ¿Y qué confirmamos?
- Que es un deporte de contacto.
- Sos un pelotudo. 


Por Rawson

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